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Lugar: Los Andes - V Región, Chile

Alcalde I. Municipalidad de Los Andes. Abogado de la Universidad Católica de Valparaíso, Ex - Fiscal del Ministerio Público de Los Andes. Académico de la Universidad de Playa Ancha sede San Felipe y de la Universidad Aconcagua. web site: www.mauricionavarro.cl

viernes, 9 de noviembre de 2007

De la etica en la política

No es un misterio, la política está desprestigiada, tanto es así que cuando una persona indica que se va a dedicar a ella es como informar que se va involucrar negocios oscuros, al límite del delito, y las miradas son de sospecha, de recelo.
Creo que algo de culpa tuvo en esto Nicolás Machiavello con su libro “El Príncipe”, en el cual el eje central era el poder por el poder, también influido por el “arte de la guerra”, en ambos existe una despersonalización de la función pública, lo importante ya no es la persona, tampoco la sociedad, lo importante es el poder, y aquello que era un medio se transformó en un fin.
Sin embargo, esto no ha sido solo obra de algunos autores, que poco conocemos, sino fundamentalmente de un actuar acorde a los postulados de estos autores, en el actual han participado los partidos políticos, sus militantes y la ciudadanía.
Los partidos políticos y sus militantes, tan necesarios en una democracia representativa, se han transformado en máquinas de poder, en el cual algunos de sus líderes son secundados por facciones partidarias únicamente tendientes: los primeros a obtener cargos de representación popular o de designación por parte de la autoridad; y sus seguidores a usufructuar de este poder. El eje central es sin duda el poder, por el poder o por el beneficio económico.
Para permitir esto surgen visiones distorsionadas de la realidad, por ejemplo una visión basada en que “nosotros somos los buenos, los que hacemos bien las cosas y los que pensamos bien, y los que no comparten nuestros postulados son los malos, los que hacen mal las cosas y los que piensan mal”. Otro ejemplo es la visión del turno “Ahora me toca a mí”, sin consideración a sus aptitudes y a las reales necesidades de la comunidad.
La ciudadanía, sin duda en gran parte ha cooperado a este estado de cosas, en efecto, se ha dejado seducir, y en definitiva comprar, fundamentalmente en periodos electorales, por un par de promesas y obsequios, con los cuales condicionan su apoyo a tal o cual candidato, a tal o cual partido político, desconociendo que de esta forma están permitiendo se les abofetee gratuitamente en la cara al desconocer su dignidad esencial de personas y su ser detentadores de la soberanía popular.
Bueno, me parece que la realidad no es tan sombría como ha sido expuesta, existen muchísimas personas dentro y fuera de los partidos políticos, con una enorme vocación de servicio, con una clara conciencia y con un tremendo respeto de la dignidad de los demás, existen muchísimos ciudadanos comprometidos con la familia, la ciudad y el país, y preocupados por construir un mundo mejor.
Y en definitiva, este es el recto orden de la cosas, la política es una de las actividades más sublimes que puede desarrollar el hombre, es verdaderamente una vocación de servicio, servicio que incide directamente en el bienestar de los demás.
Este contraste nos muestra con claridad que la actividad política solo se dignifica en función de su fin último, cual es el desarrollo integral de todos, es decir mirando a la persona en todas sus dimensiones, a la familia, a la sociedad y de esta forma encuentra su justificación ética.
Si la política es el “deber ser de la sociedad para el desarrollo de todos” y la ética es el “deber ser para el desarrollo integral del ser humano”, no resulta comprensible el ejercicio de la actividad política al margen de su profundo contenido ético.
Entonces lo que necesitamos para crecer como personas y sociedad, son partidos políticos, militantes y ciudadanos con un profundo sentido ético, en que los candidatos no vean al elector, como un voto, sino como una persona, con una realidad concreta, a veces dramática, y que requiere una respuesta, en que los ciudadanos no vean al candidato o a la autoridad como una persona con quién comercializar el voto por un beneficio transitorio o una promesa que probablemente no cumplirá, sino como alguien que los podrá representar dignamente.
La política es vocación de servicio, pero sin ética, deja de ser política.